viernes, 21 de agosto de 2015

HOY POR TI, MAÑANA POR MI ( 21 agosto 15 )

En el cercano pueblo francés de Behobia vivía tía Valentina. Yo andaba el camino desde Hendaya a su casa en una de las bicicletas, aparcadas en la casa de la higuera. Estaba casi nueva.  Pero a mi me daba un poco de vergüenza subir en ella porque tenía las ruedas muy gordas y además no tenía barra. Era una bicicleta de chica, de mi prima Jacqueline, creo.

Uno de los días tomé la ruta de la costa. 
Después de pasar el espigón que separaba el comienzo de la playa  del incipiente estuario del río Bidasoa, empezaba una cuesta muy empinada que ascendía hasta el casino, imponente edificio de estilo moruno, e iba luego bordeando la cornisa atlántica hasta San Juan de Luz. 


Allá abajo, al lado de una gran roca horadada del acantilado, estaban en medio del agua los peñascos de los dos“Hermanos Gemelos” que son algo así como el pórtico de entrada a los tres kilómetros de la magnífica playa hendayense.

Los Gemelos estaban en ese momento cubiertos por la pleamar. Apenas emergían del agua sus cabezas erosionadas. Había un temporal de espanto que rugía como una fiera y escupía hacia lo alto olas de varios metros. Me acerqué al pretil del Boulevard del Mar, como hacía mucha gente, para ver a corta distancia la tormenta. Con tan mala sombra que, al asomarme, brotó del fondo una de esas gigantescas olas, se levantó parecida a una seta inmensa de espuma y cayó plana, como una gran sábana líquida, sobre la bicicleta y su imprudente auriga. Salí de estampida, chorreando arena y agua salada, hacia una tienda cercana. Creo que era una panadería.

-¿Puedo descansar aquí un momento? dije sin aliento.

La mujer de la barra, que parecía muy atareada, se encogió de hombros sin mirarme apenas. Poco después un tipo con barba canosa que desde lejos había presenciado el incidente vino empujando la pequeña bicicleta roja.

-Eh voilá! le vélo de la petite fillette…oú est la môme? (Aquí está la bici de la chiquilla ¿dónde está la chavala?)

La mujer de la barra hizo un ligero gesto de cabeza hacia donde yo estaba sentado. Y con aire burlón dijo en perfecto castellano:

-Ahí está, la “niña” de la bicicleta!

Me abalancé sobre la bici y, sin agradecer nada a nadie, me lancé pedaleando furioso boulevard abajo. No paré hasta la casa. Dejé la máquina en el rincón más apartado del corral. Lo menos en que yo pensaba era en el gran peligro que había corrido al borde del mar. Juré no volver más a subir en aquel cacharro. Porque, por su culpa, había ocurrido lo que yo me temía. Me habían tomado alevosamente por una chica.

Tía Valentina era un personaje muy pintoresco. Chapurreaba al mismo tiempo el francés, el castellano y el vasco. En este último hablaba poco cuando estaba conmigo, porque sabía que yo no entendía ni brote. Sus explicaciones interminables eran así mismo intraducibles

En los largos paseos por la orilla francesa del Bidasoa nos paramos un día frente a la histórica Isla de los Faisanes.    El agua, que un rato antes cubría casi por completo los arbustos de la desembocadura, bajaba ahora en corriente desenfrenada hacia el mar. Bandadas de  patos nadaban a contracorriente para llegar los primeros a los lodazales que la bajamar dejaba en su retirada y sorprender a los pececillos rezagados entre el barrillo y las raíces verdosas.
 -Regarde, isla de los faissans. Historia dise que ahí casaron reina de España y rey fransés. Mal negosio. Casorio siempre riñas y malentendus. Es por eso que España y Francia gato y perro durante siglos. Regarde ahora. Frontera close. Fontarrabie, Irún luses y vida. Hendaya y Béhobie tristes y oscuras. Hase pocos meses contrario. C’est de la merde. Hoy por ti, mañana por mí. Todo jodienda. Todo pagalla.

Además de ciertas historias rocambolescas de familia, lo que más le gustaba contar, o más bien escenificar, a tía Valentina era el encuentro entre Hitler y Franco en la majestuosa estación de Hendaya durante el mes de octubre de 1940.
Valentina trabajaba en la limpieza de los grandes vagones de pasajeros y coches cama que diariamente partían desde Hendaya hacía París y otras grandes ciudades francesas.

En esa mañana, ensimismada en su trabajo, no percibió que, ya cerca de las dos de la tarde, desalojaban con gran contundencia la estación entera. Cuando quiso salir de su vagón se encontró con todos los andenes tomados por los soldados “boches”, apostados incluso entre las ruedas de las máquinas, armados con fusiles y ametralladoras y acompañados por enormes perros lobos.
Parapetada tras las cortinillas de una de las ventanas, de sobresalto en sobresalto al escuchar a unos metros de distancia las órdenes secas y salvajes como ráfagas de ametralladora de los mandos nazis, pudo contemplar el espectáculo tragicómico de la entrevista.

Primero, por la línea de Bayona, llegó el tren del alemán. Taconazos. Palabras gruesas. Todos cuadrados. Hasta los perros. Luego silencio. Durante muchos minutos.

-Corasón mío batía como el de un chien enchaîné

A poco apareció un general gordo. Bajó del tren alemán y estuvo un rato mirando ceñudo hacia la línea de San Sebastián.

-Luego bajó “él”. Fürer  en persona. Gritaba a generalote grueso. Mostacho de mosca temblaba, muy en colère. Se metió a pasear, manos al culo, en grandes jambadas, arriba abajo, abajo arriba, furioso porque esperaba ya tiempo. Oh dis… era comique, quelle putade!!

Estábamos en el andén y en el punto mismo donde, brazo en alto, al final se encontraron los dos personajes.

-“Generalito” español avanzaba con ojuelos entreabiertos, cara de “contentamiento”. Hitler  adelantó, orgulloso, para entrar primero en tren de entrevista.

Valentina imitaba sus gestos y sus andares. Recordaba las larguísimas horas que estuvo encerrada y la “cara de perro enragé” con la que el alemán despidió al “generalito”.

Pero tuvo que parar porque en la puerta principal de la estación había un gendarme que no le quitaba el ojo.

-Ese…cochon gendarme vendido al enemigo. Traidor patria. Vichy. Franco jodido valiente pues. Pequeño pero matón, eh? Salió de tren fresco como rosa. Hitler volvió cola entre piernas. Franco no entregó España a los  boches alemanes como hisieron con Fransia cobardes militares de aquí

Una patrulla pasó en tromba por la calle de la estación. Era la misma que días atrás vimos en el puente internacional.

-Voilá… puercos!!… van a casar gente de la resistensia. Como si serían lapinos de montaña


Mi recuerdo voló de nuevo hasta mi profesor y amigo Roger Barthelémy que andaba sin duda por las montañas galas tratando de encontrar y devolver a su patria el honor que, según decía tía Valentina, Francia había perdido.

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