martes, 7 de julio de 2015

DE TROYA A ITACA (7 julio 15)


Ibamos en  crucero por las islas griegas.  Al atardecer yo leía a ratos a Kavafis en la terraza del camarote. El sol, violeta y oro, recortaba en caprichoso diseño los islotes lejanos. Sorteábamos las islas Cíclades. Había una ligera marejada, frecuente cuando se aproxima el paso del mar Egeo al Jónico. Fue entonces cuando pensé transcribir estas páginas con el sugestivo título: "De Troya a Ítaca, viaje de un nauta a la deriva".

Abandoné posteriormente la idea por no tener que ceñirme a una interminable serie de aventuras semejantes a las de Odiseo en su accidentado periplo por los mares griegos.

Es verdad que la vida es una gran aventura, una odisea. El éxito de la misma depende en gran parte de las compañías  que eliges para su andadura. He de confesar que en alguna de esas elecciones  la  flecha se me fue  muy lejos del blanco. Hasta sufrí  como Ulises algún Polifemo que, como en el grabado adjunto del blog de "Julieta Viajera", trató de hundir mi barca con andanadas de gruesos peñascos de ingratitud y traición. Es moneda corriente en empresas familiares al "cincuenta por ciento"·El episodio pasó. Uno de tantos entre todos los lances que acompañan al azaroso juego de la vida..

Porque la vida es también un juego. Un juego singular en el que el tablero mismo sobre el que se lleva a cabo la partida a veces se mueve tanto como aquellas encrespadas olas en el cruce de los mares griegos. 
Aun así decidí cambiar de rumbo. El mar, salvo esporádicas escaramuzas, es una sucesión repetitiva de olas que parecen copiarse a sí mismas. Cuando te despiertan para el desayuno miras por el ojo de buey desde tu litera y te topas, aunque la luz sea más nítida, con la interminable y monótona planicie que te deseó las buenas noches el día anterior.

Veníamos de visitar la mitológica hija del SoI, la Isla de Rodas. Qué diminuto me pareció al avistar desde la proa del barco el rocoso paisaje comparado con la opulenta inmensidad azul que nos empujaba hacia la costa. ¿Por qué este nuestro planeta se llama Tierra?
 Dado que el agua  de océanos y mares ocupa tres veces más que las tierras del planeta, éste, en buena lógica, debería llamarse "Planeta Agua". 
Pero da la casualidad que sólo a los humanos se les ha dado el sublime don del Lenguaje. Los habitantes del mar, en número  superior a los terrícolas, no poseen, por lo menos eso nos parece, la capacidad de redactar sus "Memorias". 
En consecuencia, los terrestres que experimentaban su seguridad  no en la voluble inestabilidad del oleaje sino en la solidez de "tierra firme", asumieron la parte por el todo como garantía de su supervivencia y colocaron el panel de Tierra y la acepción de "Globo Terráqueo" a la totalidad de nuestro planeta.

Poner "pie a tierra". Rodas. A las diez de la mañana. Después de algunos días, o incluso horas de navegación, evoco siempre, como vulgar terrícola, la vivencia 
de aquel bautismo marítimo en la  travesía de Vigo a Santa Cruz de Tenerife. 1952. Tenía yo veinte años. Nada más pasar las Islas Cíes pesqué un descomunal mareo. (merluza lo llamaban), No cesó hasta atracar en Santa Cruz y descender la escalerilla del Monte Urbasa, un barco mixto, de pasajeros y carga  de la Naviera Transatlántica. Sería un ancestral reflejo. Pues  yo me lancé de rodillas como un autómata para besar la Madre Tierra. Ella me recompensó con el cese instantáneo de la pesada modorra de aquellos dos interminables días de zarandeo atlántico.


Visitar la Isla de  Rodas pide una estancia de  varios días. Sólo estuvimos unas horas. Entre tanto vestigio histórico y artístico de Rodas guardo una particular viñeta: la plaza de Hipócrates. En ella confluyen las calles de Sócrates, Pitágoras y Aristóteles. No hay otro lugar en el mundo donde el visitante se vea envuelto en una nube semejante  de cultura clásica. Estábamos en Grecia. La singular plazoleta nos recordaba que aquí surgió la colmena de donde volaron las ideas básicas de nuestro pensamiento occidental.

Pasamos la noche siguiente a bordo, camino de Santorini. La inmensa bahía circular, la Caldera, que recibe al maravillado viajero al avistar Santorini es el resultado de  varias explosiones volcánicas. La primera y más violenta de todas ellas, asoló 1800 años a.c. la civilización minoica .  Platón, otro coloso del saber helénico -ahora caigo que no constaba su nombre en la plaza medieval de Rodas- ubica en estas aguas el mítico continente desaparecido de la Atlántida.

En el último día de la travesía por los mares griegos, antes de llegar a Corfú, te comunican que allá en lontananza se divisa la islita jónica de Itaca, patria de Ulises, final de sus ajetreadas peripecias, como juguete insumiso de los dioses y de los elementos.
  
Es el momento de releer a Kavafis.  


               ITACA 

                      Cuando emprendas tu viaje a Itaca 
                     pide que el camino sea largo...
                         
             ****
Ten siempre a Itaca en tu mente 
Llegar allí es tu destino. 
Mas no apresures nunca el viaje. 
Mejor que dure muchos años 
y atracar, viejo ya, en la isla, 
enriquecido de cuanto ganaste en el camino 
sin aguantar a que Itaca te enriquezca. 
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no hubieras emprendido el camino.
pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, 
entenderás ya qué significan las Itacas.

 Cierro el libro y le confirmo a Kavafis  el final verdadero de  sus versos.Para Ulises no fue sólo llegar a Itaca. Su odisea debía terminar  aún con un gran juego. Un monumental desafío de tiro al arco. Una apuesta decisiva. La última baza  con la que  exterminó con pulso firme a los que pretendían quedarse con sus dominios y con su dueña, la fiel Penélope. Pudo encontrar a Itaca empobrecida, pero al fin de la jugada decisiva supo ganar con su habitual astucia la última partida.





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